CAMINA Y REVIENTA SEIS: PORTUGALETE - LA ARENA

28 de agosto, martes

Como la etapa prevista para hoy es muy corta y la siguiente se puede reducir y mejorar discurriendo por la costa en vez de por el interior, decidimos refundir ambas etapas y adelantar un día el fin del viaje.

La primera parte de la jornada transcurre íntegramente por un bidegorri (camino rojo), un carril bici pintado de ese color que une Portugalete con la playa de La Arena. Son unos 12 km. de trayecto prácticamente llano con pequeños toboganes que va serpenteando entre montículos hasta desembocar en la misma playa.

Hace un día espléndido y el lugar está muy concurrido. Hay duchas, servicios y vestuarios públicos lo que anima al baño; también chiringuitos, tiendas y oficina de turismo donde rellenamos una encuesta y aprovechamos para adquirir unas gorras y camisetas de recuerdo. Por supuesto hay que recuperar energías con un buen bocata.

¡Qué rico estaba! Ahora abandonamos la ruta oficial y nos disponemos a caminar unos 6 km. por uno de los tramos más preciosos del Camino del Norte. Se trata del recorrido restaurado del tren minero que transportaba el material hasta el embarcadero de La Arena y que nos lleva a Ontón ofreciéndonos unas vistas espléndidas del Mar Cantábrico y sus acantilados.

Desde aquí el Camino deja la costa y se adentra por Baltezana, Otañes, Santulian, Sámano, ….., atravesando una zona en la que la minería ha dejado su huella en el paisaje marcando montes y valles con los restos de antiguas explotaciones. Son unos 19 km. más por un territorio que refleja una forma de vida característica de esta parte de Cantabria durante siglos, pero no la vamos a experimentar porque, como antes comenté, hemos unido dos etapas y tomaremos el atajo de la carretera que son sólo 8 km. hasta Castro Urdiales y que, pese a lo monótono del asfalto, tiene el aliciente de ir costeando.

Como nos paramos hasta para ver cómo las abejas chupan el néctar de las flores y, además, nos hemos perdido porque el sendero estaba cortado por obras a la altura de la playa de Dícido, cuando llegamos al albergue de Castro ya está lleno, así que nos desplazamos hasta la vecina Islares que tiene un buen albergue municipal (antigua consulta y casa del médico) situado a las afueras del pueblo donde ya nos quedamos en 2010 y sabemos que se puede descansar perfectamente. Luego volveremos a Castro Urdiales porque no podemos marcharnos del Cantábrico sin probar sus sardinitas.

Hemos regresado en perfecto estado de revista y dedicamos un rato a admirar esta preciosa villa, patria chica del gran músico Ataulfo Argenta, que ya tuvimos el privilegio de recorrer hace dos años cuando iniciamos la aventura del Camino del Norte. Existen vestigios que demuestran que la zona de Castro Urdiales ya estaba habitada en la Prehistoria; después fue puerto romano, tuvo astilleros en la Edad Media y formó parte de la Hermandad de las Cuatro Villas junto con Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera dando a Castilla un poder naval de primer orden. Tras el descubrimiento de América floreció una gran actividad comercial con ultramar; luego las pestes, los continuos temporales, su participación en la Armada Invencible y, más tarde, la invasión por las tropas napoleónicas que casi la destruyeron, llevaron a la villa a sus peores épocas. En 1924 estuvo inmersa en un proceso de anexión a Vizcaya debido al abandono que sufría por parte de las autoridades cántabras, pero una vez resuelto y gracias a la minería y la pesca, fue resurgiendo. En la actualidad es una plaza residencial y turística de primer nivel y, dada su proximidad, elegida por multitud de vascos como lugar de descanso.

Y aquí estamos, saboreando unas exquisitas sardinas y unas buenas cervezas como preludio del “cenorrio” que nos vamos a "hincá" a base de pescado de la zona para despedir estos fantásticos días de deporte y convivencia de los que hemos disfrutado y compartido con muchos y muy buenos amigos.

¡¡ HASTA LA PRÓXIMA !!